Publicado por dos revistas del GODF, primera versión por Humanisme en 2000, la segunda, reproducida aquí con leves modificaciones, por La Chaîne d'Union n° 39 / 2007.

chaineunion

El hombre dispone de tres medios para percibir el mundo:

  • el pensamiento racional,
  • el pensamiento simbólico,
  • el pensamiento artístico,

Ha elaborado tres familias de idiomas correspondientes. Estos tres tipos de pensamiento tienen la misma importancia, aunque no cumplan el mismo papel y no funcionen de la misma forma e incluso si, en ciertas civilizaciones, el equilibrio entre estos tres modos de pensamiento se ha roto.

1) El pensamiento racional:

En nuestra civilización, el idioma hablado parece más “natural” que el idioma simbólico, mejor desarrollado y, después de todo, suficiente, al punto de plantear dudas sobre la utilidad de otros idiomas. Se piensa a menudo que las palabras disponen no solamente de la capacidad para designar, sino que también tienen el poder de evocar símbolos. Al hacerlo, reemplazarían los idiomas simbólicos, al menos en parte. No es así pero, para probar que se trata de dos enfoques mentales diferentes, complementarios y siempre actuales, hay que empezar por analizar la naturaleza de las palabras, la mecánica y las funciones del idioma hablado, para luego compararlo al idioma de los símbolos y al del arte que muchos “racionalistas” no toman en cuenta debidamente y toman por simple “ornamento”.

Cuando el hombre crea palabras, procede por abstracción para poder atribuir un mismo signo (la misma palabra) a una familia de fenómenos. Sólo retiene ciertas características de estos fenómenos y los designa mediante un sonido u otro signo (jeroglífico, gesto codificado, “símbolo” matemático, etc1) qque casi siempre es absolutamente arbitrario, sin relación alguna con lo que designa.

Así, una sola palabra, por ejemplo, "vegetal" designa una diversidad increíble de objetos vivos. Todo lo que vive y no pertenece a esta categoría puede reunirse bajo otra apelación única, "animal". Estos dos conjuntos forman “los seres vivos” o "la materia animada", por oposición a "la materia inanimada". Estas expresiones tienen funciones precisas, pero no hay que olvidar que ningún "vegetal", ningún "animal" o ningún "mineral" existe en tanto que tal.

Como lo he mencionado antes, las “palabras” pueden ser reemplazadas por los gestos codificados del idioma de los sordomudos, jeroglíficos, etc., que tendrán las mismas características. Los englobo en mis reflexiones sobre el "idioma de las palabras".

Las palabras y otros signos pueden ser arbitrarios ya que no es indispensable que evoquen lo que nombran. Pueden, entonces, estar compuestos de cualquier conjunto de sonidos u otros materiales. Sin embargo, con frecuencia imitan o insinúan de alguna manera lo que significan. En el caso de las onomatopeyas, la relación con su contenido es evidente, pero no son frecuentes. Hay otras que parecen evocadoras porque han sido creadas a partir de términos que designan fenómenos similares. Es más económico y facilita la memorización. Es así que "terrenal" es lo que se relaciona a la "tierra", el "minero" es el que extrae "minerales" del fondo de una "mina", el "turista" es aquel que hace "tours" para luego irse. Esta acumulación de asociaciones de ideas les confiere cierta fuerza de evocación que las acerca a los símbolos. Pero no los confunde con ellos.

La capacidad de reagrupar familias enteras de fenómenos bajo una misma y única apelación es la razón de ser de las palabras y de los idiomas que constituyen.

Es verdad que las palabras se pueden atribuir igualmente a realidades únicas: en ese caso se llaman "nombres propios". Pero si cada ser, cada cosa y cada acción debieran llevar un nombre propio, y un nombre propio nada más, el hombre podría percibirlos pero no podría relacionarlos con otras realidades, ni comunicarse sobre ellos con los otros humanos. Escribiría poesía pero no conocería ni la ciencia ni la filosofía.

Las palabras permiten enumerar, reunir, ordenar y clasificar los fenómenos que designan, para luego expresar sus relaciones. Permiten también atribuirles valores, sumarlos o restarlos, y crear una jerarquía entre ellos. Es una de las formas posibles de "comprender" al hombre y su mundo… pero, ¡atención! Si bien puede ser funcional tratar las cosas y los seres como entidades más o menos abstractas, de alguna manera valores matemáticos, hacerlo también nos puede llevar a razonamientos falsos que, una vez retraducidos en la realidad, pueden resultar peligrosos.

Si se afirma, por ejemplo, que lo complejo es superior a lo simple, podría decirse que el hombre vale más que la alondra. Ya se han sacrificado demasiados seres debido a este tipo de razonamiento y la reducción draconiana de la diversidad biológica de la tierra empieza a amenazar la supervivencia de nuestra especie.

Las leyes gramaticales y la lógica controlan el lenguaje verbal y, en principio, deberían evitarnos los razonamientos falsos de este tipo. Al mismo tiempo, es posible y necesario comparar todo razonamiento a la realidad "objetiva", lo que también debería permitirnos evitar errores de este tipo. Pero, ¿qué es la realidad “objetiva”? Percibimos todo a través del filtro de las palabras y pasamos nuestras impresiones por el tamiz de la gramática y la lógica, no menos abstractas, lo que hace que su vínculo con la experiencia sea bastante laxo. Además, es difícil dominar la complejidad de la gramática y de la lógica. No tardamos en perdernos en laberintos para llegar a conclusiones erróneas que pueden llegar a ser tan caricaturales como la que enunciamos en el párrafo precedente.

Al apoyarse exclusivamente en el idioma de los signos y en la lógica que lo rige, es posible proponer absurdos que parecen razonables aunque en realidad son suicidarios. Por ejemplo, hay quienes quisieran confiar el poder a hombres elegidos exclusivamente en función de su coeficiente intelectual (C.I.). A primera vista, puede ser tentador hacer gobernar a los hombres más "inteligentes". Sin embargo, la inteligencia no es todo y, cabe recordar, el coeficiente intelectual que presuntamente mide la inteligencia fue inventado por el ejército norteamericano para evaluar ciertas (y solamente ciertas) capacidades, en particular la rapidez de decisión. Si los gobiernos se constituyeran siguiendo solamente este criterio, el resultado no podría ser sino malo, ya que los hombres así elegidos no tendrían en cuenta toda la complejidad del individuo, de la sociedad, de la tierra, del universo, y no tendrían la paciencia necesaria para estudiarlos. Por otra parte, las teorías raciales amenazantes de Hitler no tardarían en encontrar una nueva juventud.

El idioma es lo mejor y lo peor, decía Esopo. No hay que esperar del idioma más de lo que puede dar. "Ni la más hermosa de las mujeres puede ofrecer más de lo que tiene..." En el fondo, las palabras sólo son una herramienta contable. Es por eso que se prestan tan bien a la transposición en códigos informáticos, donde pasan a ser una serie de "cero" y "uno", de "sí" y de "no". Son útiles, pero sería posible objetarlas con la misma virulencia, o el mismo desdén, que algunos emplean para los idiomas de símbolos.

Y puesto que las palabras son arbitrarias, las sociedades humanas han elaborado innumerables idiomas que, a pesar de su diversidad, son todos homogéneos, hechos a partir de un mismo y único material. Las palabras son siempre sonidos articulados (lo siguen siendo cuando se las escribe), el idioma de los sordomudos está compuesto únicamente de gestos, los “símbolos” geométricos son siempre dibujos (deberíamos decir “signos” geométricos), todos los jeroglíficos tienen las mismas características pictóricas. Además, las lenguas vocales se estructuran siguiendo los mismos esquemas y regidos por leyes tan similares que el lingüista Chomsky imagina la existencia de una gramática universal y hereditaria.

Los idiomas de signos y las reglas que las gestionan se adaptan bien al cerebro humano. Al simplificar y ordenar las percepciones de los sentidos, le permiten percibir el mundo de cierta forma que parece corresponder a la estructura del cerebro. Lo ayudan a memorizar mejor los impulsos que recibe de nuestros sentidos. Pero, a pesar de todo, los idiomas de signos no son el único medio del que nuestro cerebro dispone para tratar esta información.

 

2) El pensamiento simbólico y su relación con el pensamiento racional:

Si los idiomas de signos agrupan los fenómenos y evalúan las relaciones entre ellos, los idiomas simbólicos conciben los campos de las experiencias humanas.

Tomemos el ejemplo del simbolismo masónico. Puesto que el objetivo de la Masonería es la iniciación del individuo, su simbolismo sigue todos los caminos iniciáticos, desde la antigüedad hasta nuestros días2.

El contenido de cada campo de experiencia da forma a su expresión simbólica:

Al constatar que la iniciación significa una refundación del individuo y la construcción de la sociedad, se adivinará por qué el simbolismo masónico se refiere en particular al arte de los constructores, de las pirámides, del tempo de Salomón y de las catedrales cristianas.

Si las palabras simplifican, ordenan, clasifican... y dividen, los símbolos reúnen y ordenan experiencias alejadas. "Reúnen lo que está disperso"...

Los sistemas simbólicos como el de los francmasones engloban campos de experiencia demasiado vastos para ser expresados de manera exhaustiva. Además, no es su objetivo. Volveré al tema del sentido de estos sistemas; mientras tanto, cabe precisar que sus herramientas, los símbolos, son siempre abiertos. Es más lo que insinúan que lo que definen.

Si las palabras agrupan fenómenos idénticos por ciertas características, los símbolos reúnen elementos que pueden parecer totalmente distintos. No se reúnen necesariamente, pero están vinculados por una cadena de causalidades.

 

Es así que la palabra "templo" agrupa todos los edificios destinados al culto protestante, en tanto que el símbolo masónico "templo" evoca otras realidades e ideas relativas a la historia de las civilizaciones, a la filosofía, a la arquitectura, a la astronomía, a la geometría, etc. El símbolo "Templo masónico" no hará pensar solamente al lugar de reunión de un grupo de francmasones, sino también a la tierra, las religiones, la organización de las sociedades humanas, etc. etc.

"Aquí, todo es símbolo" dijo Goethe refiriéndose al Templo masónico.

La logia masónica es un “modelo reducido” triple, del universo, de la humanidad y del hombre. Es una representación simbólica de la realidad, imagen condensada de la que cada elemento tiene el poder de evocar innumerables partes ausentes.

He dicho que la masonería contiene los caminos iniciáticos de la humanidad desde sus orígenes, pero conviene precisar que, en realidad y por sus símbolos, la francmasonería está ligada sobre todo a las civilizaciones europeas y nordafricanas. Ha evolucionado en su seno y las refleja de cerca. Sin embargo, al estudiarla, nos damos cuenta de que, a pesar de sus orígenes geográficos occidentales, el modelo masónico incluye también numerosas referencias a las experiencias y reflexiones de los pueblos de Asia y de las Américas. Esto demuestra que, desde hace milenios, la información circula más de lo que nos imaginamos, antes del avión y la cibernética. Esto también deja suponer que los hombres de todos los tiempos y todos los países se parecen más de lo que nos harían pensar sus culturas respectivas. En todo caso, es esto lo que quisieron transmitirnos los fundadores de la Francmasonería moderna3.

A diferencia de la palabra, cuya forma es arbitraria, el símbolo contiene ciertas características de las realidades a las que hace referencia.

Siguiendo con el ejemplo precedente, puedo decir que si la palabra “templo” no tiene nada que ver con lo que designa, el símbolo “templo” se puede expresar mediante sitios, imágenes y otros objetos que evocan un espacio sagrado.

Si los idiomas de signos son homogéneos, los idiomas de símbolos pueden ser heterogéneos, compuestos de materiales muy diversificados: objetos, palabras, representaciones gráficas o sonoras, a veces hasta gustos, perfumes, elementos táctiles. De esta forma, en ocasión de la iniciación masónica, el recipiendario bebe un brebaje amargo; durante la fiesta de San Juan, los francmasones queman plantas olorosas; su actitud llamada “al orden” incluye el gesto apaciguante de la mano sobre el plexo (uno de los chakras de kundalini-yoga, "punto de cruce de los canales de energía"), otra actitud evoca el inquietante hara-kiri japonés, etc. La diversidad, la heterogeneidad de los símbolos apuntan a todos los sentidos.

En este caso, nuestro cerebro usa su parte izquierda para elaborar la información suministrada por los idiomas de signos, en tanto que el aporte de los sentidos (y, sin duda alguna, las contribuciones del arte) son tratados por la parte derecha. Parece ser que en los hombres (en el sentido de “machos”), en particular los que estudian, organizan y dirigen, la parte izquierda del cerebro está más desarrollada que la derecha. Al utilizar imágenes, el simbolismo se dirige a la parte derecha del cerebro y permite también restablecer el equilibrio entre la palabra y la lógica, por un lado, y los sentimientos, las asociaciones de ideas y la intuición por el otro. ¿Será ésta la razón del renacimiento de la masonería en Europa durante el Siglo de las Luces y el interés que le demostraban, en particular, los científicos de la época?4.

quemeLas palabras no son universales; nacen, envejecen y mueren. Los símbolos, en cambio, pasan de civilización en civilización sin ningún factor cronológico ni geográfico. Las palabras se ubican en el tiempo y el espacio, en tanto que los símbolos son atemporales y universales. Representan un "esperanto espiritual" muy fuerte. Por supuesto que no hay creación humana que sea eterna, y los símbolos también perecen. Pero si bien ocurre que se extingan con la comunidad que los usa, lo más frecuente es que desaparezcan de una forma paradojal: pierden su calidad de símbolo cuando adquieren un significado determinado que es posible expresar cabalmente con palabras, o sea, después de transformarse en signos.

¿Acaso será una de las razones para la supresión de la referencia al Gran Arquitecto del universo en los rituales del GODF a fines del siglo XIX?

En esa época, la expresión pasó a ser sinónimo de Dios cristiano. Perdió, entonces, su fuerza de apertura. Un siglo más tarde, las iglesias tomaron el camino del ecumenismo y, como por casualidad, los rituales que siguen refiriéndose al Gran Arquitecto vuelven a admitir su comprensión parcialmente indeterminada. En la actualidad, el Gran Arquitecto puede ser Dios, Jehová, Mahoma, Buda o cualquier otro principio que exprese la fe en una fuente única del universo. Esta “fuente” ya no se define con dogmatismo y, en consecuencia, el símbolo del Gran Arquitecto eventualmente podría volver a ser aceptable aún para las obediencias "laicas".

Pero, dicho esto, la ciencia actual evoca nuevas hipótesis según las cuales el universo podría no tener una fuente sino varias. En relación a esto, el Gran Arquitecto debería entonces incluir las creencias politeístas. ¿Acaso los francmasones tradicionalistas serían capaces de superar este paso?

Si las palabras se componen formando entidades más complejas siguiendo leyes abstractas, pero definidas y tendientes a la precisión, hacia un sentido único, los símbolos se agrupan libremente y tratan de suscitar asociaciones de ideas sin límites.

Las leyes gramaticales evolucionan permanentemente, en tanto que la estructuración, el orden y la lectura de los símbolos se rigen por rituales ancestrales que cambian lentamente.

Todo esto explica que si no es fácil aprender un idioma sin ayuda, sin hablarlo jamás con alguien que lo domina, más difícil aún, si no imposible, es asimilar un sistema de símbolos ajenos a la comunidad de la que proviene y que lo usa. Es por eso que resulta imposible comprender la Francmasonería leyendo libros únicamente.

En cuanto a las palabras, es bastante fácil decidir si pertenecen a un idioma determinado o no y, en consecuencia, tratar de memorizarlas o bien, por el contrario, no prestarles atención. Aunque están en constante evolución, los idiomas contienen un número determinado de palabras que es posible reunir en diccionarios. Y la gramática es una suma de reglas definidas que es posible aprender.

Los símbolos, por su parte, son heterogéneos y su número es ilimitado. Todo puede convertirse en símbolo en cualquier lenguaje simbólico. El mismo "objeto" puede servir de símbolo a varios sistemas. Además, los símbolos se dirigen a todos nuestros sentidos y no basta con describirlos. Por último, no hay "gramática" para los lenguajes simbólicos.

Ricouard escribió que, si bien los símbolos no se pueden describir en su integridad y, de esta forma, transmitir a los demás, son un bien común de la humanidad y un bien indivisible del grupo que los usa. Es de aquí que viene buena parte de lo que se llama el "secreto masónico".

Al fomentar el pensamiento intuitivo, los símbolos facilitan la superación de los límites personales, sociales, presentes y pasados, y dan lugar a la impresión de entender lo que tienen en común todos los hombres y todas las civilizaciones.

Al permitir tener constantemente presente toda la evolución de la humanidad y del universo, el simbolismo da la sensación deslumbrante de poder conocer, comprender y dominarlo todo. Es así que los lenguajes simbólicos llevan a creer en la existencia de la “verdad” absoluta y fomentan la búsqueda de esta verdad. Y aseguran, embriagan y llevan a la euforia al punto de crear a veces la iluminación, la revelación, el "satori". No es casualidad que todas las religiones usen símbolos, de la misma forma que las sociedades iniciáticas tienden hacia la luz.

Todo esto es eminentemente útil a nivel personal y no menos a nivel de la sociedad. La humanidad ya ha experimentado en carne propia una suma casi ilimitada de formas de vida, por lo que sus conocimientos, acumulados a través de épocas y civilizaciones, contienen soluciones para la gran mayoría de nuestros problemas. Gracias a la traducción de estos conocimientos a un lenguaje simbólico, percibimos la trama de la experiencia de nuestros ancestros, para luego llenar esta “trama” con nuestras propias vidas. Esto permite soportar mejor sus caprichos, imaginar más fácilmente el camino de nuestro destino y, sin duda alguna, influenciar este camino. Pero también es necesario poder ordenar esta masa de conocimientos que, sin orden, no tardarían en angustiarnos. También es necesario poder almacenarla en nuestra memoria.

El símbolo es un ayuda memoria excelente. Puesto que no requiere la memorización de todo el contenido de los símbolos, ocupa poco lugar en el cerebro pero, aún así y gracias a su naturaleza, da lugar a un número importante de representaciones mentales. Al dirigirse a todos nuestros sentidos, el sistema simbólico funciona en tres dimensiones. Sus evocaciones no tardan en ser mucho más vastas que las de las palabras. Así, un símbolo permite comparar percepciones, sensaciones, impresiones, conocimientos pasados y presentes, concretos y abstractos, cercanos o dispersos que, de otra forma, no se encontrarían. Siempre la misma voluntad de "reunir lo que está disperso"... Y permite ordenarlos de otra forma y no como los lenguajes de signos, con su sintaxis y lógica.

La memorización mediante símbolos es, en gran parte, virtual. Los símbolos permiten establecer vínculos entre todo lo que el hombre conoce, tal vez entre todo lo que existe a través del espacio y del tiempo, pero el conocimiento de la gran mayoría de estas relaciones no es potencial. Esto alcanza para tener la intuición de la unidad del universo, de la interdependencia de los seres, de la fraternidad necesaria de los hombres. Esto también ayuda a admitir la relatividad de las verdades descubiertas gracias al pensamiento racional.

Los símbolos son las piezas de un rompecabezas. Sus significados se descubren a partir de la experiencia de todos y cada uno con ayuda de la comunidad a la que pertenecen y de sus rituales. La dificultad de lectura de los símbolos es el precio que se paga para poder abarcar a la vez al individuo, a la humanidad y al universo en sus conjuntos temporales y espaciales.

La fuerza de los símbolos es directamente proporcional a los conocimientos de quien los piensa. Es por eso que se puede decir que, al observar un símbolo, se "contempla su propia trayectoria". Gracias a los símbolos, es posible volver a ver nuestro propio pasado y nuestras raíces, para luego volver al presente con una mejor comprensión de quiénes somos. Partiendo de nosotros mismos, avanzamos hacia los otros.

La comprensión de los símbolos se construye y cada comunidad y cada uno de sus miembros debe tratarlos con creatividad. Estamos en el ámbito del arte- del Arte real... Al caminar en un mundo de símbolos, el hombre va de lo simple a lo complicado, del pasado al presente, de lo personal a lo general, o a la inversa.

Esta necesidad de construir su propio lenguaje simbólico, uniendo lo que sabemos a lo que presentimos, erigiendo pacientemente, piedra tras piedra, una pirámide de conocimientos, tal vez sea otra respuesta a la pregunta de saber por qué el idioma masónico incorpora tantas referencias al oficio de los constructores.

El carácter abierto de los símbolos y la imposibilidad de descubrir su sentido fuera de la comunidad en la que surgieron corresponden a la metáfora vinculada a la palabra "símbolo", "sumboleum" en su forma griega original. En un principio, esta palabra designaba una piedra partida en dos que permitía a los miembros de una misma tribu reconocerse, aunque se hubieran perdido de vista durante largos años e incluso si nunca se habían conocido. Al (volver a) encontrarse, acercaban las dos partes del "sumboleum" y, si encajaban a la perfección, se confirmaba su pertenencia común.

El empalme de estos dos trozos de piedra insinuaba que el mismo “encaje” era posible entre sus portadores. Los idiomas simbólicos proceden de la misma forma, al permitir a los hombres reconocerse a pesar de la diversidad de sus seres, condiciones de vida y culturas. No es casualidad que las sociedades iniciáticas se constituyan por cooptación. Estas sociedades se forman siguiendo el dicho "lo que se parece se junta".

La mitad del símbolo que poseen permite buscar la segunda mitad, o las otras “mitades” ya que, en realidad, cada “mitad” del símbolo encaja perfectamente no en una sino en unas cuantas más.

A primera vista, esta afirmación carece de todo sentido. En matemáticas y en geometría una mitad no puede tener varias mitades más. No obstante, la piedra partida en dos, para convertirse en "sumboleum" debía ser parte de otra piedra más grande que, a su vez, había sido parte de otra piedra todavía más grande. Las dos partes del sumboleum se unían por la faceta nueva pero, como cada parte tenía tres dimensiones, era posible unir muchas otras piedras hasta el infinito. Reunir lo que está disperso...

A propósito: Si bien es posible "revelar" la palabra, es imposible hacerlo con el símbolo. En masonería, la "palabra" – que como todo en la masonería es un símbolo – se pierde y cada generación, cada hermano debe encontrar la suya. Si la "palabra" en el sentido de "signo" se puede transformar en dogma, no ocurre lo mismo con el símbolo ya que su sentido no se puede fijar. El simbolismo masónico es un arma excelente contra toda tentación totalitaria…

Abogo por los símbolos aunque tengo plena consciencia de que no son más que una herramienta. Son el dedo que permite mostrar la luna. No debemos olvidar nunca el proverbio chino que dice, "Cuando le muestran la luna, el idiota mira el dedo". Pero, a la inversa, necesitamos el dedo para mostrarla. No menospreciemos el dedo.

De todas maneras, y después de expresar esta opinión entusiasta sobre los lenguajes simbólicos, quisiera hacer una advertencia:

Los símbolos apuntan al pasado únicamente; su uso crea un riesgo, el del conservadorismo sistemático, fijo también él, tal vez dogmático. Es así que el carácter inmutable de los rituales masónicos a veces suscita desconfianza, despierta temores y provoca polémicas. El anclaje en el pasado es tranquilizador, útil y enriquecedor pero, para que el ritual cumpla plenamente su papel, debe encontrar un contrapeso en la búsqueda de proyectos nuevos, tanto individuales como sociales.

El informe del Convento del GODF, con fecha del 2 de septiembre de 1992, consagrado al simbolismo masónico, dice al respecto: El simbolismo es una herramienta que permite la elevación del espíritu. Abre una ventana hacia otra dimensión de la realidad. Es una forma de expresar lo indecible, o más bien de aproximársele. Es el lenguaje de la memoria de la humanidad.

Los tres primeros "grados simbólicos" de los francmasones resumen la totalidad del territorio masónico. A partir de ellos pueden surgir otros sistemas que complementan estos tres grados y profundizan las reflexiones sobre la metafísica, la organización de la sociedad o el arte de gobernar (lo que nos conduce al Arte Real en el sentido literal - verbal – del término). La masonería "azul" contiene toda la masonería; no obstante, sus "altos grados" (en inglés "sides degrees", grados paralelos) permiten la "especialización", la orientación a tal o tal otro aspecto.

La Francmasonería no es más que una potencia simbólica pero, gracias al uso original de los símbolos, fundado en la experiencia milenaria, dispone de una fuerza incontestable.

 

3) El pensamiento artístico

 

El arte ayuda al artista a exteriorizarse y le permite también “objetivarse”, o sea, crear un reflejo de si mismo (en forma de cuadro, poema, música, obra de teatro, etc.) que pueda observar. Esto corresponde a una necesidad humana profunda y puede llegar a ser una autoterapia eficaz.

Los materiales que el artista utiliza tienen un significado personal difícil de percibir plenamente para los demás. Pero aún así, su creación permite al artista situarse en relación a los demás. Los hombres se reúnen a pesar de las diferencias que los separan; todos pueden revivir su obra como expresión de su propia personalidad. Es así que, indirectamente, los hace entender que el artista es como ellos y viceversa.

El artista crea para el mismo, pero pone su obra a disposición del público y, al hacerlo, observa como lo perciben los demás y se acerca a ellos. Puede entonces tratar de cambiar su actitud hacia él.

El arte permite aceptarse y hacerse aceptar por los demás; aceptarse mutuamente aunque todos sean seres únicos, extraños y, por ende, más o menos inquietantes. “La música suaviza las costumbres”.

El arte nos hace descubrir, o redescubrir, todas las facetas del potencial humano, recuperarlas al “vibrar” con una obra del artista y así, mantenerlas disponibles, como el deporte, en otro orden de cosas, que nos ayuda a mantener viva nuestra capacidad muscular, entre otras que ya no usamos lo suficiente o no usamos del todo en la vida cotidiana, pero que podríamos volver a necesitar si nuestras condiciones de vida cambiaran.

Por último, el arte nos permite probar si la sociedad está preparada para tolerar ciertos comportamientos, rechazados en ciertas situaciones, prohibidos por aberrantes y luego olvidados, pero que podrían resultar útiles en otras.

Por ejemplo, el pudor e incluso la hipocresía sexual pueden ser funcionales si la fecundidad supera las posibilidades de alimentar a los niños. Y, a la inversa, en caso de baja de la natalidad, el arte será el primero que será utilizado para fomentar las expresiones de deseo erótico. En tiempos de paz, es necesario frenar la agresividad, que debe ser fomentada en caso de guerra, etc.

El arte contribuye a los cambios que se acercan, en cuanto los artistas, el público y los dirigentes detectan su inminencia. No corresponde a ninguna instancia decidir si la sociedad está lista para aceptar estas conmociones del comportamiento ni hay decreto que pueda imponerlas. El arte, a la vez válvula de seguridad de los instintos reprimidos y mensajero de relaciones nuevas entre los hombres, puede ser un catalizador de estas formas de evolución.

El arte ayuda a conservar la adaptabilidad del hombre.

A pesar de su carácter personal, la utilidad social del arte es innegable.

 

Conclusión:

Los idiomas artísticos, un medio de conservar la riqueza humana en toda su diversidad, son una forma de comunicación de individuo a individuo, del artista a su audiencia. flecheD

El arte ayuda al individuo a aceptarse y armonizarse con su grupo sin perder su carácter particular. Contribuye a mantener todo el capital de la evolución humana a través de los tiempos, condición de su adaptabilidad actual y futura a las circunstancias cambiantes de la vida. Desde este punto de vista, el individualismo artístico debe ser protegido, como lo es la biodiversidad.

Los idiomas simbólicos hacen llegar al individuo la experiencia colectiva.flecheG

Permiten al individuo fundir la experiencia de su comunidad en su atanor personal y transformarla en vivencia propia. Y, al hacerlo, se acerca al “ser colectivo” y al mismo tiempo contribuye a desarrollarlo con su particularidad. "En lugar de empobrecerme, hermano mío, tu diferencia me enriquece."5

Los idiomas de signos son medios de intercambio entre grupo y el individuo.flecheDflecheG

Al usar los idiomas de símbolos, el hombre sólo expresa una parte de su vivencia, la que corresponde a su experiencia común y que es posible traducir en el sistema de abstracciones que de esa experiencia ha surgido. De esta forma, el hombre se expresa como una parcela de la comunidad con la que se comunica. Así, refuerza a los demás y aumenta su propia fuerza y su eficacia.

Ninguno de estos idiomas alcanza por él mismo para captar y expresar todas las facetas del hombre ni de la sociedad. El arte es fundamental para el individuo. Los idiomas racionales permiten organizar la vida urbana y posibilitan las ciencias: los símbolos contribuyen a la construcción de la humanidad.

No obstante, no hay fronteras infranqueables que los separen. A pesar de sus particularidades, se complementan. Esta complementariedad se ve ilustrada placenteramente por el hecho de que estos tres tipos de idiomas son de los mismos materiales, aunque el uso que se les da sea distinto.

Nuestra sociedad occidental privilegia el idioma de los símbolos e impone su predominio al planeta entero en nombre de la productividad. Sin duda alguna, hay una razón para que así sea, pero se trata de un paso arriesgado. No hay ningún motivo para cuestionar la utilidad del simbolismo; es más, deberíamos usar el arte mucho más.

Peter Bu

[Volver arriba]

 


Notes

1El término "símbolo" no es apropiado cuando se habla de signos matemáticos.

2La iniciación, o sea, los ritos, facilitan el pasaje de la infancia al estado adulto, el viaje de un mundo del que el individuo es el centro, a un universo sin límites donde se descubre como parcela de conjuntos más vastos que existen en todas las civilizaciones. Permiten determinar el lugar de cada uno, fijar las reglas de la sociedad y garantizar su respeto. Si bien las formas de estos ritos son diferentes, su contenido es muy razonable.

3Para convencerse, leer por ejemplo a Samuel Noah Kramer L’histoire commence à Summer (ediciones Flammarion, París, 1994, en español La historia comienza en Súmer).

4 La pérdida del equilibrio entre las dos partes de nuestro cerebro se paga muy cara, tal vez demasiado cara. No puedo explicar aquí por qué lo pienso, pero considera que a causa de este desequilibrio Occidente está amenazando la existencia misma de la vida sobre la tierra. Y, sin duda alguna, no es casualidad que la drogadicción haya alcanzado picos en los países industrializados.

Otro síntoma, más gracioso pero no menos peligroso: en Francia del año 2000 hay 50000 videntes y 3800 sacerdotes registrados, comparado con 70000 médicos en ejercicio.

5Cita aproximada de la célebre máxima del "hermano Masón" Saint-Exupéry.

..............................................................

http://modern-freemasonry.com was created to promote the free exchange of ideas on Freemasonry.  

 This free-flow of ideas was prevented by 50,000 contributions that had nothing to do with Freemasonry, wanting only to use this site for advertising.

 I've cleared all this pollution to enable relevant conversation to resume.

Thanks in advance for your thoughts in the FORUM on topics that interest the Freemasons.